La feria de las vanidades (2004)



La feria de las vanidades

Film de Mira Nair

Novela de William Makepeace Thackeray


CAPÍTULO PRIMERO

EL COLEGIO DE LA ALAMEDA CHISWICK


En la segunda década del siglo actual y en una deliciosa mañana del mes de junio, un espacioso coche familiar que, tirado por un tronco de gordos caballos enjaezados con arneses bruñidos y resplandecientes, avanzaba a una velocidad de cuatro millas por hora, se detuvo junto a la verja de hierro del colegio de señoritas situado en la alameda Chiswick y dirigido por la señorita Pinkerton. Guiaba el carruaje un cochero obeso, de aspecto imponente, ataviado con peluca y sombrero de tres picos. Un lacayo negro que junto al cochero ocupaba un asiento en el pescante, desrizó sus combadas piernas no bien hizo alto el carruaje frente a la dorada plancha de bronce donde campeaba el nombre de la señorita Pinkerton, descendió e hizo sonar la campana. Más de una veintena de encantadoras cabecitas hicieron su aparición en las diferentes ventanas del severo inmueble de ladrillo, más de una veintena de cabecitas curiosas, entre las cuales un observador perspicaz habría podido reconocer la naricita colorada de la bonachona Lucy Pinkerton en persona, que asomaba entre las macetas de geranios que adornaban las ventanas de su cuarto.


—El coche de los señores de Sedley, Barbara —dijo Lucy—. Sambo, el lacayo negro, acaba de hacer sonar la campana, y el cochero lleva un chaleco rojo, nuevo.

—¿Hizo usted los preparativos necesarios, señorita Lucy? ¿Está en regla todo lo referente a la marcha de la señorita Sedley? —preguntó la señorita Pinkerton, la mayestática dama, la Semíramis de Hammersmith, la amiga del doctor Johnson, la que se carteaba con la mismísima señora Chapone.


—A las cuatro se levantaron ya las niñas, y seguidamente se ocuparon en hacer los baúles, querida hermana —contestó Lucy—. Hemos preparado un ramo...

Llámale, si te parece, bouquet, hermana: es más elegante.


—Como quieras... Hemos preparado un enorme bouquet. En el baúl de Amelia he colocado dos botellas de agua de alelíes, juntamente con la receta para hacerla; son para la señora Sedley.


—Confío, señorita Lucy, en que habrás hecho la cuenta de la señorita Sedley. ¡Ah!... ¿Es ésta? ¡Muy bien!... noventa y tres libras cuatro chelines... Hazme el favor de encerrarla en un sobre dirigido al señor John Sedley, juntamente con este billete que he escrito a su señora.


A los ojos de Lucy, un autógrafo de su olímpica hermana era objeto de veneración tan profunda como la carta de un soberano. Únicamente cuando alguna de las colegialas salía del establecimiento, o se casaba, y, por excepción, cuando, víctima de la escarlatina, murió la pobre señorita Birch, se dignaba la señorita Pinkerton dirigir una carta, escrita de su puño y letra, a los padres de aquéllas. Por cierto que, ya que del triste fallecimiento de la señorita Birch hemos hablado, añadiremos que, en opinión de Lucy, si algo pudo atenuar el justo dolor de la señora Birch, fue, a no dudar, la misiva piadosa y elocuente con que su hermana le anunció el triste suceso.


Pero volvamos al "billete" de la señorita Pinkerton, que estaba concebido en los siguientes términos:


"Alameda Chiswick, 15 de junio de 18...


Señora: Después de seis años de permanencia en este centro, me cabe la honra y la dicha de devolver a sus padres a la señorita Amelia Sedley, adornada de cuanto es necesario para brillar en el círculo elegante y refinado donde habrá de desenvolverse en lo futuro. Todas las virtudes que caracterizan a las señoritas de la alta sociedad inglesa, todas las dotes que corresponden a su cuna y a su posición en el mundo, las posee en grado eminente la señorita Sedley, cuya laboriosidad y obediencia le han granjeado el afecto de sus maestros, y cuyo carácter dulce y encantador ha cautivado a todas sus compañeras, tanto a las de más edad, como a las más jovencitas.


En música, en baile, en ortografía, en toda clase de trabajos de aguja, llenará los deseos de sus amigos; algo deja que desear en geografía, y no estaría de más que durante los tres próximos años usase con perseverancia la tablilla-espaldar cuatro horas diarias, a fin de adquirir el porte y continente lleno de dignidad que tan necesario es a toda señorita elegante.


En lo referente a principios religiosos y morales, la señorita Sedley honrará al centro docente que tiene la gloria de contar con la presencia del Gran Lexicógrafo y se enorgullece de ser patrocinado por la admirable señora Chapone. Al abandonar el colegio, la señorita Amelia lleva consigo los corazones de todas sus compañeras y la consideración afectuosa de la directora, que suscribe la presente.


Señora, tiene el honor de reiterarse de usted, humilde servidora, BÁRBARA PINKERTON.


P. D. —Acompaña a la señorita Sedley la señorita Sharp. Se suplica muy encarecidamente que la estancia de la señorita Sharp en la mansión de la plaza Russell no exceda de diez días. La distinguidísima familia con la cual se ha comprometido, desea utilizar sus servicios lo más pronto posible."


Cerrada la carta, procedió la señorita Pinkerton a estampar su nombre y el de Amelia Sedley en la guarda de un diccionario de Johnson, obra interesantísima que la directora del colegio regalaba invariablemente a sus discípulas el día que salían de él para no volver. La cubierta del libro en cuestión tenía impresas las "Líneas dedicadas a una señorita con ocasión de su salida del colegio dirigido por la señorita Pinkerton, por el doctor Samuel Johnson". Es lo cierto que la mayestática directora pronunciaba doscientas veces al día el nombre del Lexicógrafo, y que, a una visita que éste hizo a su establecimiento, debió aquélla su reputación y su fortuna.


Lucy, a quien su hermana mayor mandó que sacase un diccionario del armario, había traído dos, y no bien Barbara Pinkerton estampó la inscripción en el primero, Lucy, no sin cierta vacilación y con timidez visible, alargó el segundo.


—¿Para quién es éste, señorita Lucy? —preguntó con acento glacial la hermana mayor.


—Para Rebecca Sharp —respondió Lucy sonrojándose y con voz temblorosa—. Para Becky Sharp... que se va también...


—¡SEÑORITA LUCIA! —exclamó Barbara, apelando a su registro de voz más recio—. ¿Ha perdido usted el juicio? ¡Coloque el diccionario donde estaba, y nunca más vuelva a permitirse semejantes libertades!

—Son dos chelines y nueve peniques... y la pobrecilla Becky se sentirá muy desgraciada si haces con ella una excepción.

—Diga usted a la señorita Sedley que la estoy esperando —interrumpió Barbara.

La pobre Lucy, sin valor para decir una palabra más, salió corriendo, disgustada y nerviosa.


Era Amelia Sedley la hija de un comerciante de Londres, de posición más que desahogada, al paso que Rebecca Sharp, era la colegiala gravosa, por la cual la señorita Pinkerton había hecho demasiado, así al menos lo creía ella, y debía salir altamente agradecida del colegio, aunque no le fuera dispensado el alto honor de regalarle el diccionario.


Aunque las cartas de las directoras de colegios merecen la misma fe que los epitafios que leemos en los cementerios, de la misma manera que alguna vez abandona este mundo una persona merecedora de todas las alabanzas que el marmolista talla sobre sus huesos, una persona que es excelente cristiano, padre ejemplar, hijo modelo, esposa o marido fiel, que deja verdaderamente una familia desconsolada que llorará eternamente su pérdida, así también en los colegios o academias de uno y otro sexo sucede de vez en cuando que sale un alumno digno de las alabanzas que le prodiga su desinteresado director. Uno de estos casos verdaderamente excepcionales era Amelia Sedley, la cual no sólo merecía cuantas alabanzas prodigó Barbara Pinkerton en la carta dirigida a sus padres, sino que atesoraba mil otras cualidades hermosísimas que la pomposa Minerva no podía ver a causa de las diferencias de categoría y de edad que entre ella y su discípula mediaban.


Fragmento de William M. Thackeray, La feria de las vanidades

Texto completo




Vanity Fair / Mira Nair




Año 2004

Duración 137 min.

País Estados Unidos

Director Mira Nair

Guión Julian Fellowes (Novela: William Makepeace Thackeray)

Música Michael Danna

Fotografía Declan Quinn

Reparto Reese Witherspoon, Eileen Atkins, Jim Broadbent, Gabriel Byrne, Bob Hoskins, Romola Garai, Rhys Ifans, Jonathan Rhys Meyers, James Purefoy, Robert Pattinson, Mathew Horne

Productora Focus Features

Web oficial

http://www.vanityfairmovie.com/

Género Romance. Drama

Sinopsis: Drama histórico sobre las frivolidades de la sociedad londinense a comienzos del siglo XIX. Hija de un paupérrimo artista inglés y de una corista francesa, Becky se queda huérfana a muy temprana edad. Incluso de niña, anhela una vida más glamorosa de la que le toca por suerte. Cuando sale de la Academia de la Srta. Pinkerton en Chiswick, Becky está decidida a conquistar la sociedad inglesa a cualquier precio. Para conseguirlo, usa todo su ingenio, astucia y sensualidad mientras trepa por la escala social de principios del siglo XIX.


La ascensión de Becky hacia la cúspide de la sociedad empieza cuando encuentra trabajo en calidad de gobernanta de las hijas del excéntrico sir Pitt Crawley (Bob Hoskins). Becky se gana a las niñas y, de paso, a Matilda (Eileen Atkins), la tía rica y solterona de la familia. No tarda en convertirse en indispensable, y Matilda acaba confiando ciertos secretos a la inteligente joven. Becky es consciente de que nunca será parte de la sociedad inglesa mientras no se mude a la ciudad. Cuando Matilda la invita a vivir en su casa de Londres, la joven no duda en aceptar. Allí se reúne con su mejor amiga, Amelia Sedley (Romola Garai), una joven que ha tenido una infancia cómoda y que no comparte las ambiciones de su amiga. Sin alejarse de la familia que ya conoce tan bien, Becky se casa en secreto con el heredero, el joven Rawdon Crawley (James Purefoy). Cuando Matilda se entera, echa a los recién casados de su casa.


Napoleón invade Europa y Rawdon se hace voluntario para luchar en primera línea. Becky, embarazada, hace compañía y anima a la desesperada Amelia, cuyo marido George Osborne (Jonathan Rhys Meyers) ha sido llamado a filas. Cuando George muere en la batalla de Waterloo, la amistad que unía a Becky con Amelia se rompe sin remedio. Rawdon regresa sano y salvo. Becky da a luz un niño, pero la posguerra es dura, tienen poco dinero

y aún menos comodidades. Más decidida que nunca a entrar en la sociedad de Londres y a vivir bien, Becky encuentra un protector en el poderoso marqués de Steyne (Gabriel Byrne). El caprichoso Steyne permite que Becky alcance su sueño, aunque el precio final quizá sea demasiado alto incluso para ella. (Filmaffinity)


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